A la luz de una vida

 A LA LUZ DE UNA VIDA


A la luz de una vida que carraspea antes de hablar,
viajan hechos y recuerdos que supuran en las sábanas,
y cuando creen que no tienen nada que decir, y mucho menos de contar,
aparece, de entre el silencio, un torbellino de ánimas.

Hechos, cuentos y lamentos desfilan frente a un altar,
cuando suenan las campanas y vibran desafiando al viento,
nada temen ocultar,
 salvo un crudo remordimiento.

¿Por qué, cómo, quién? No sabría responderte,
no haces más que rechistar,
pero la llave de tu futuro, hijo, se llama presente,
apártate de las demás.



Correteas por tu propia casa, obsesionado y frenético. ¿Qué buscas? En esos libros no hay nada útil para ti, ¿no lo ves?
Asustado y enfadado, ¿no te gustas?
A él tampoco, y todos los días lo ves. 

Es el señor espejo, 
testigo de tu pesar,
promesa de tu reflejo,
lamento de tu mirar.

Pero sigues dando vueltas,
como perro sin correa intentando morder su rabo,
tu yo ángel te dice "para",
 tu Lucifer te cierra la puerta,
y mientras bailas en la dicotomía,
 una voz desconocida exclama, resuelta: "¡Bravo!"

No le hagas caso...



Te topas de frente con él, el que te dio la vida,
y enmudeces de nuevo, y él solo quiere abrazarte.
Y tú solo quieres perderte. Basta. No le niegues tu yo, no te entregues a la huida, permítete mirarte en él. Olvida el espejo.



¿Cómo piensas conseguir librarte de la luz que te persigue?



¿Cómo piensas huir de tu salvación?



Deja de ponerte la zancadilla. Toma, guárdala y que brille para siempre. Porque, por cerrada que sea la noche, siempre se puede dormir en paz a la luz de una vida.

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