Déjate vivir

 DÉJATE VIVIR



"Déjate vivir", le dijo la tierra a ese árbol. "Ábrete, olvida tu fría corteza; deja que la vida entera te traspase, te hiera y te convierta en testimonio de ti mismo. Porque eres quien te recorre escribiendo su nombre, dibujando lo que siente en el latir de su corazón. Eres quien se apoya en tu tronco, vaciando sus ojos en las hojas caídas que te rodean. Eres quien ríe a tu lado y llora a tus espaldas".




"Porque eres nido y eres hogar. Porque eres cobijo y techumbre, recio en la delicadeza de cada una de tus hojas, de tus nervios, de tu tacto. Eres mi sentir y mi respirar profundo: una bellísima terminación nerviosa entre un millón de ellas. Una, pero imprescindible. Insustituible en tu cotidiana singularidad, inconfundible en tu irrepetible textura. No mueras, árbol mío: pues la tierra es una, y uno eres con ella, conmigo. Porque eres mi invierno, y mi primavera, y mi verano y mi otoño. Porque eres la sombra del amanecer y la tenue lámpara de la luz del ocaso. Porque eres mi todo".

 




"Árbol mío, déjate vivir. Porque eres el suelo firme que sujetas y los pasos que cruzan por tus infinitos costados, por tus incontables aristas. Porque eres el universo silencioso que habita entre tus raíces fértiles. Porque eres y serás. Y serás más de lo que ya has sido. Porque te quiero regalar un parpadeo de lo que es el infinito para que lo puedas acariciar y mecer entre tus hojas".




"Porque ella te lleva viendo desde pequeña, y te ha regalado abrazos, pillapillas y escondites. Te regaló besos bajo tu copa, y ahora te regala suspiros frente a tus hojas caídas tras noventa otoños, una mirada pausada antes de retomar su dificultoso caminar y, sobre todo, un sincero sollozo cuando te ve al atardecer, cada año, el día de su aniversario".




"Déjate vivir, impertérrito, duro y curtido; suave, áspero y herido, ¡déjate vivir! Imponente y humilde; vigoroso y escuálido en tus infinitas estaciones, aunque algunos se empeñen en que solo son cuatro. Imposible en tus retorcidos ángulos, matemático en tus gruesas, sólidas y seguras ramas. Solemne y festivo; congelado y abrasador; jovial y melancólico".




"Solo te pido que recuerdes todo lo que ha tocado tu sensible corteza. Que jamás olvides las vidas que vienen y van cada día y que cruzan bajo tu sombra. Y que ríen y lloran, y estallan y respiran. Porque tú, mi árbol, haces todo eso y mucho más. Y nadie es capaz de verlo, aún en tu herida corteza. Y solo el silencio sabe que tienes otras mil historias que contar".

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